El Bitcoin, y resto de criptomonedas, han pasado de ser unas desconocidas para el inversor medio a ser un producto que está en boca de la mayoría. Y esto ha pasado por su elevado crecimiento, el cual llevó a que de 2015 a 2020 creciera un 5.000% y en 2020 el crecimiento fuera un 215%. Y si echamos la vista todavía más atrás, la cifra se incrementa notoriamente.
Por lo tanto, cuando un producto crece a ese ritmo es normal y lógico que atraiga la mirada y el deseo de múltiples agentes que desean lucrarse también. Porque, como moscas que van a la miel, los especuladores son llamados por este tipo de productos. Cuando una persona invierte en algo que le dicen que es seguro y pierde gran parte de su dinero, es algo que me enfada, y que como sociedad debe preocuparnos, porque se ha engañado a esa persona. No obstante, esto ya no debería pasar gracias a MIFID.
Sin embargo, cuando una persona a día de hoy invierte o especula en criptomonedas debe ser consciente del riesgo que asume, y si no lo es, quizás sea él mismo culpable por no informarse lo suficiente. Hay que recordar que hoy la información está a golpe de clic y múltiples organismos han alzado reiteradamente la voz de alarma sobre las criptomonedas y el riesgo que conllevan.
Por ello, no creo que haya que prohibir las criptomonedas ni creo que haya que sobreproteger al consumidor como si de un niño pequeño se tratara. A veces, la única forma de aprender es llevándose “el golpe”.
A día 23 de mayo de 2021, el Bitcoin vale unos 28.000 euros, un 40% menos que hace 12 días (46.000 euros). Esto no significa que vaya a seguir bajando o, por el contrario, que vuelva a subir, aunque algunos pseudoexpertos digan que llegará hasta los 100.000 euros, o incluso a los 300.000, como he llegado a leer.
Nadie sabe lo que puede pasar, y cuando digo nadie es nadie. Y este tema me parece digno de análisis. Hoy en día, cuando alguien valora un producto de inversión, como por ejemplo una acción, lo hace en base al futuro crecimiento de la empresa, de los beneficios que tendrá, del dividendo que dará, etcétera. Y en base a ello les da un precio, el cual es subjetivo pero tiene un porqué.
Sin embargo, quien valora una criptomoneda solo puede hacerlo por su crecimiento pasado, lo cual no tiene ninguna razón de ser. Recuerden este dogma: “Rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras”.
Y en este tema de los pseudoexpertos quisiera centrarme. Si algo me ha sorprendido de este tema ha sido la proliferación de expertos que aconsejan inversiones, que saben qué precio tendrá dentro de unos meses y años, que saben exactamente cómo serán las correcciones, y que como se han lucrado con las primeras subidas, creen que son expertos financieros. Ante esta situación , las personas tituladas, los asesores financieros, nos hemos quedado atónitos ante tan inusual capacidad de predicción. Y aquí quizás sí debería actuar la CNMV u otros organismos, porque esas personas están aconsejando invertir sobre un elemento especulativo y de muy elevado riesgo, lo cual no es algo que esté permitido. Para eso, debemos conocer perfil de riesgo del inversor, posiciones actuales, actuación ante pérdidas, etcétera.
Por ello, de todo lo anterior resumo lo siguiente: el Bitcoin no debe ser ilegal pero tampoco es un producto que esté pensado para la gran mayoría de inversores del país dado su elevado riesgo.
Ahora, si me permiten, vamos a profundizar ligeramente en lo hablado al principio, y prometo ser breve, ya que de estos temas podríamos estar hablando hojas y hojas. El dinero surgió para dar respuesta a varios problemas, y cumple cuatro funciones principales.
En primer lugar, soluciona el problema de la coincidencia de intereses, ya que todo el mundo lo acepta y desea como medi o de cambio. También soluciona el problema de la valoración de bienes, puesto que sirve como unidad de cuenta. En tercer lugar, referir que se utiliza también como reserva de riqueza y, por último pero no menos importante, es usado también como estándar de pago diferido.
De estas cuatro funciones se podría extraer que el Bitcoin solo cumple una claramente, y solo de momento, que es reserva de riqueza. Y a continuación explico por qué las otras tres no las cumple.
En primer lugar, no soluciona el problema de coincidencia de intereses porque, de momento, muy pocas personas lo aceptan y desean como medio de cambio. En segundo lugar, no soluciona el problema de la valoración de bienes, pues su precio varía muy rápidamente (vean la gran caída en 12 días o el increm ento en los últimos cinco años). Y, por último, no sirve como estándar de pago diferido, pues no sabemos qué será de este tipo de monedas en el futuro.
Por ello, cuando se les llama monedas me gusta matizar, con comillas “moneda”, porque creo que están en el limbo de si deben o no ser consideradas con ese nombre a estos activos.
Y para terminar, quisiera hablar de la que para mí es la parte que más me preocupa del Bitcoin, y que creo que será lo que llevará a que esta “moneda” en cuestión no prospere: su ineficiencia y alto gasto energético.
Y, para que comprendamos la gran diferencia de eficiencia y gasto energético que el Bitcoin supone, según algunos expertos, una operación de Bitcoin consume unas 10.000 veces más energía que una de Visa. Y la red de Bitcoin, con su tecnología segura Blockchain, consume ya más energía que todo Países Bajos. En un mundo que si no soluciona su problema medio ambiental estará abocado al fracaso, donde a largo plazo como dijo Krugman la productividad lo es casi todo, cambiar una tecnología eficiente por otra mucho más costosa e ineficiente solo porque no tiene de momento control por parte de los bancos centrales, parece un coste demasiado alto para tan poco beneficio. Además, la tecnología avanza y quién nos dice que no saldrá otra “moneda” que reemplace al Bitcoin.
Por ello, no creo que el Bitcoin llegue a consagrarse como “moneda”, quizás sí otras, pero no el Bitcoin. No obstante, yo no tengo una bola mágica como algunos pseudoexpertos que dicen que cerrará 2021 en 80.000 euros. No sé que pasará ni tampoco me importa mucho. Lo que sí me preocupa es que no haya personas adversas al riesgo, invirtiendo ahí todos sus ahorros porque les puede llevar a la ruina.
Ángel Rodríguez Cabrera
Economista colegiado nº 963 del Ilustre Colegio de Economistas de Córdoba Asesor EFA nº 12.528
Otro artículo interesante de Krugman: https://www.eleconomista.es/mercados-cotizaciones/noticias/11590858/01/22/Krugman-ve-en-las-criptomonedas-las-nuevas-subprime-Las-familias-vulnerables-pagaran-el-precio.html
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